Hay días que me acuerdo.
Hay días que me acuerdo
con la alegre nostalgia
de montar en autobús por la noche
o de preparar la merienda cena
de queso y salchichón.
Otros días
empujo hasta que de la fuerza
me viene un escalofrío,
y consigo que no vuelvas a entrar más
en todo el día.
Y después,
solo queda la sorda pena
del que no se ha despedido
o del que siempre tiene frío.
Hay días que me acuerdo
fuerte y rápido
y me despierta el profundo sueño
del que ha soñado con soñar
porque desde que perdió
no ha vuelto a dormir del tirón.
Me acuerdo
como se acuerda el perdedor.
Hay días
que simplemente me dejo.
Y el recuerdo llega,
me saluda y se queda
a verme recordar.
Hay días
que me acuerdo con la resaca
de una pizza al microondas
o de una palabra mal dicha
de madrugada.
A veces
me acuerdo por inercia.
Algunas mañanas
me visto sin ganas.
Y otras me pongo algo
que llevé estando contigo,
y me vuelvo a acordar.
Va por días.
Pero si hago memoria,
desde que no te veo,
acordarme
ha sido la única forma
de no dejarte del todo.
Y cuando pienso
que todo llega y todo pasa,
llega y me da otra ostia el recuerdo.
Y viene y se va.
Parece que no va a volver,
pero va el cabrón
y vuelve.
Y viene,
y hay días que no se sabe
cuando se va a ir.
Y me vuelvo a acordar.