Un día algo me habló en bajito y me dijo:
Ves, hazlo. Salta. Vuela alto.
Tienes luz, ¿por qué no brillas?
Y desde ese día, mi corazón late un poco más fuerte.
Mis manos se pierden entre palabras
que nunca dije pero siempre pensé.
Y que no voy a dejar de esconder nunca, nunca más.
***
Desde ese día sigo escuchando esa pequeña voz interior.
Ese susurro que tenia tan callado,
ahuyentado por una nube de miedos y dudas.
Desde entonces viene cada día a visitarme,
aunque sea de manera intermitente y a deshoras,
y no puedo (ni quiero) dejarle la puerta entreabierta.
***
Ahora le invito a pasar, sea la hora que sea.
Aunque me descoloque todos los planes
y me interrumpa llamando a la puerta sin previo aviso.
Le invito a que venga conmigo a desayunar, y lo que surja.
Que por las noches se acueste a dormir conmigo si hace falta.
***
Ahora ya no le recrimino su ausencia,
sino que disfruto de su magnífica presencia.
Ahora ya no me entristece su huida,
le espero sin más, hasta otro día.
***
Porque he entendido que era cuestión
de encender esa pequeña chispa
para incendiar todo lo que llevaba dentro.
Lo demás, viene solo.
Hazme caso, una vez se encienda la llama,
no lograrás apagarla nunca.