La multitud se agolpaba, observando expectante al artista. Había llegado la hora de desvelar al mundo su obra maestra, la maravilla que llevaba naciendo en sus manos durante tanto tiempo de meticuloso afán.
Sonó un redoble de tambor y se hizo el silencio. El escultor tomó con su mano izquierda la tela blanca y retirando ésta descubrió el misterio.
La gente comenzó a correr despavorida en todas direcciones intentando huir del terror, tapándose con las manos los ojos y gritando. Había nacido el anticristo.
De repente, rugió el pitido del despertador y el durmiente despertó aliviado al darse cuenta de que todo había sido una pesadilla. Después, el presidente Donald Trump se levantó de la cama y sonrió.